Bodegas Horola: vinos honestos elaborados sin prisas

➡️ El padre de Carmelo Hornos, Víctor planta el viñedo más viejo de Bodegas Horola en el año 1920. Son años duros en los que se vendimiaba con ganado y la uva se trasladaba en camportones* de madera al lago. En esa época no había tractores

➡️ La razón de la construcción de la bodega se hunde en las raíces de la tradición, el pisar el lago y todo lo que rodea al vino, esas experiencias que han vivido y se han transmitido de generación en generación hasta llegar a la quinta

➡️ Proponen una versión del enoturismo más cercana y sincera. Quieren que quienes vayan a verlos aprendan cómo se hace el vino, y sin escatimar atención ni tiempo pues aunque sus visitas tienen una duración programada de una hora y media, han llegado a alargarse hasta las tres horas

➡️ Tras el confinamiento, apuestan por un mayor contacto directo con el cliente final a través de Internet puesto que observan un interés creciente del aficionado por informarse por esta vía

➡️ Hay dos adjetivos que definen a los vinos Horola: son vinos honestos, elaborados sin prisa

*Vasija de madera de forma alargada, troncocónica, más ancha en la boca que en el fondo y que se emplea para transporte de las uvas

Bodegas Horola nace en 2012 y comercializa sus vinos desde el 2014, por lo que la primera cosecha que se puso en el mercado fue hace poco más de 6 años, la 2012. Se encuentra en Baños de Río Tobía, localidad situada en la cuenca del río Najerilla a la cabeza de la Rioja Alta.

Y si bien es cierto que la bodega es muy joven, el viñedo con el que elaboran no lo es:

El viñedo fue plantado en el año 1920 por Víctor, el padre de Carmelo Hornos, el abuelo de quien hoy personifica, la cuarta generación, Javier Hornos y bisabuelo de la savia nueva, Syam y Adrián Hornos.

Cinco generaciones de viticultores en Alesón, en la comarca del Nájera:

Estas tierras han marcado siempre el límite entre las grandes civilizaciones como la romana y la musulmana, y los pueblos celtas del norte peninsular

Antecedentes

Durante muchos años únicamente existió el viñedo y la uva sólo se vendimiaba y se vendía. No obstante, al principio de la década de los ochenta, sí se hicieron algunas elaboraciones.

Se hacía a la manera tradicional, en el lago, después todo a cubas de hormigón. Era vino a granel que no se tenía intención de embotellar ni de comercializar.

En aquellos años todos los agricultores tenían bodega propia pero a veces ocurría que para no dividir la propiedad entre los hijos, a algunos no heredaban más que algo de viña. Este fue el caso de la familia que nos ocupa, que aun sin bodega, siguió ocupándose del poco viñedo que les quedó y siguieron haciendo vino para consumo propio mientras profesionalmente se dedicaban a otros quehaceres.

Se incorporaron dos generaciones más, criados y crecidos cuidando la viña.

Cómo surge la idea de la bodega

Cuando Carmelo se jubila, su hijo Javier se hace cargo del viñedo.

Posteriormente sus dos hijos Adrián y Syam, que siempre mostraron gran interés por el campo y los viñedos desde niños, de hecho Adrián ha estudiado enología, se incorporan al proyecto.

Así que de esta manera, dando pasos sin darse cuenta apenas, se encuentran con que Bodegas Horola es una realidad.

Conozcámos esa pequeña explotación

La zona donde se ubican los viñedos no sufrió una transformación tan fuerte como la que experimentó el resto de La Rioja a partir de la década de los años 80 del siglo pasado. Al ser una zona menos productiva por la altitud, mantuvo el viñedo antiguo. Curiosamente la altitud se convertía en una virtud.

Actualmente cuentan con 7,5 ha de viñedos propios con fincas de entre 30 y 110 años de antigüedad. Estos viñedos centenarios tienen raíces de hasta 8 metros de profundidad que les permiten surtirse de más nutrientes y minerales de la tierra, que a su vez dan más color y más olor al vino, así como más permanencia en boca.

El viñedo se divide en 17 pequeñas fincas que varían en tamaño. Se asientan en cerros y collados de suelos arcillo- ferrosos-calcáreos de carácter pobre, que van de los 600 a los 750 m de altitud, conservando la mayoría la formación en vaso.

Practican una agricultura integrada, un sistema agrario cuyas técnicas respetan el medio ambiente y equilibran la agricultura ecológica y la convencional.

El viñedo lo gestiona Syam, de 38 años, quien adquirió su formación a base de años y años de ayudar a su abuelo, que es quien lo trabajó siempre. Syam ha aportado la actitud ecológica hacia la viticultura y además siempre está dispuesto a aprender de todo aquel que les visita.

Lamentablemente no pueden certificarse como viticultores ecológicos aunque lo sean en la mayoría de los viñedos. Al tratarse de viñas muy pequeñas y muy cercanas a otras explotaciones que no practican esta cultura, las suyas no pueden considerarse ecológicas si no lo son las de los vecinos.

La importancia del trabajo en equipo: de la viña a bodega

Al ser una bodega de pequeña producción su estructura es sencilla. Como dijimos antes, Syam gestiona el viñedo y su hermano Adrián de 29 años se encarga de las tareas de bodega, aunque entre ellos se ayudan en todos los trabajos porque ambos disfrutan realizando las dos labores

De la labor comercial y gestión se encarga el padre, Javier, y eso que a él lo que le gusta es el viñedo, por ello confía en que la última generación vaya recogiendo el testigo en los próximos años, y él pueda quedarse a gusto en las viñas.

La fecha de la vendimia la deciden en base a muestreos semanales, teniendo en cuenta las peculiaridades de su pequeña bodega, lo que conlleva que en la mayoría de las ocasiones tarden varias semanas en terminar.

Y nace el vino

Su filosofía de elaboración tiene su fundamento en la calidad de la uva, por lo que ponen en primer y principal lugar al viñedo, seleccionando en campo y a la llegada a bodega para obtener la uva perfecta. De esta manera consiguen depender de la tecnología sólo en lo más imprescindible: prensa, bomba y… ordenadores.

Es esta forma de ver la elaboración del vino la que les lleva a buscar en la crianza el mínimo aporte de madera para que los sabores de la uva prevalezcan y el equilibrio en el ensamblaje sea perfecto. Definen sus vinos como

Vinos honestos, elaborados sin prisas

Los vinos Horola

Sus dos primeros vinos son tempranillo y garnacha al 100% respectivamente. Horola Tempranillo y Horola Garnacha, procedían de la añada 2012 y salieron al mercado en el 2014.

En el 2015 se incorporó el Viura y también, quizás el más especial para la familia, el HorolaMIL: Recibe este nombre porque es un vino de elaboración muy limitada, del que se hacen tan sólo mil botellas y que procede de cepas muy viejas, con edades entre los 80 y los 100 años.

Como novedad, en este año 2021 tienen previsto lanzar al mercado otro HorolaMIL 2018, en esta ocasión elaborado únicamente con la variedad garnacha:

Sus vinos fermentan en barricas de 500 litros que van girando periódicamente hasta los primeros trasiegos que se producen aproximadamente en Navidad. Después los dejan quietos. A partir de este momento se selecciona el vino que va al HorolaMIL y al HorolaGarnachaMIL, aunque la verdad es que, más o menos ya lo saben desde la viña.

Comunicar su proyecto

A esta familia de vitivinicultores le gusta compartir su pasión con los amantes del vino, pero siempre a escala pequeña, como su bodega, para que puedan entender, se puedan empapar del espíritu que rodea a su proyecto:

Piensan, y nosotros estamos de acuerdo con ellos, que la gente está cansada de las visitas a las grandes bodegas donde no se ve cómo se hace el vino.

Y ponen tanto interés por comunicar su proyecto, que visitas que normalmente durarían una hora y media han llegado a prolongarse hasta las tres horas. Son visitas familiares a las que además les enseñan el jardín en el que tienen representadas a las diferentes variedades.

No obstante son conscientes de la complejidad de los tiempos que les está tocando vivir porque experimentan día a día lo duro que es adentrarse en el mercado con su producto, un producto de calidad, que ha sido elaborado con mucho esmero de desde el viñedo.

Por todo ello están apostando fuerte por la comunicación digital, pues han observado que tras el confinamiento, hay un contacto mucho más directo entre el elaborador y el cliente final.

Asimismo y afortunadamente, están percibiendo que el sector hostelero, fundamental para el bodeguero, está cambiando y se está alejando de comprar barato, pero con la situación actual, no pueden hacer mucho, la verdad.

No ayuda el hecho de que la marca Rioja esté en cierto modo devaluada y que el cliente siga demandando vinos baratos sin entrar a diferenciar entre unos y otros modos de cultivar y elaborar, pero están convencidos de su calidad y de que el reconocimiento les llegará más tarde o temprano.

Preguntados sobre posibles estrategias para potenciar el consumo del vino, se muestran razonablemente optimistas, resaltando que en los últimos años cada vez ven a más gente interesada a nivel particular aunque la hostelería todavía podría evolucionar más. Y no se olvidan de la herramienta de la distribución, esencial a la hora de defender aquellos proyectos que hacen cosas diferentes.

Dejamos a la familia Hornos con su trabajo, llevándonos con nosotros una sensación muy positiva de lucha y trabajo, con los pies en la tierra, el corazón en la viña y su alma… embotellada.

© Mara Funes Rivas – Marzo 2021


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